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-Egipto: no es oro todo lo que reluce

24 de Octubre de 2011

Graduado en Egiptología por la Universidad de Cambridge y profesor del Clare College de la misma universidad, Toby Wilkinson sólo tenía cinco años cuando, hojeando una enciclopedia, se sintió atraído por esa escritura hecha con dibujos que son los jeroglíficos, y seis cuando cayó en sus manos el libro que ilustraba una famosa exposición itinerante que deslumbró al mundo entero enseñando la máscara y los tesoros de la tumba de Tutankamón en los años 60. Con la narración de este descubrimiento comienza el prólogo el autor: «Quedé maravillado ante las joyas, el oro y los extraños nombres de reyes y dioses. Esos tesoros sembraron en mí una semilla que años después terminaría de germinar y florecer». Así explica el origen de su pasión por la civilización de los faraones, sobre la que ha publicado seis libros y pronunciado multitud de conferencias.

«Auge y caída del antiguo Egipto» es el último y quizá su obra más ambiciosa. Está dividida en cinco partes diferenciadas. Cada una aborda un periodo significativo de la civilización egipcia. En su inicio, el autor llama la atención sobre una pequeña placa de pizarra de color negro verdoso grabada en sus dos caras con bajorrelieves y que se haya a la entrada del Museo Egipcio de El Cairo. Casi pasa desapercibida pero es uno de los documentos más importantes conservados. Su lugar destacado en el museo con mayor acervo sobre la cultura faraónica da testimonio de su trascendencia: es la paleta de Narmer, el objeto que señala el principio de la historia del antiguo Egipto y que para los egiptólogos se ha convertido en el símbolo del Egipto más ancestral. Las circunstancias de su descubrimiento están rodeadas de misterio e incertidumbre. A partir de aquí, Wilkinson avanza por la larga lista de reyes que se van sucediendo a lo largo de sus numerosas dinastías hasta llegar a Cleopatra y Ptolomeo Cesarión. A su vez, de forma extensa y casi novelada, va revelando misterios y descubriendo detalles en un relato repleto de acontecimientos excepcionales sobre cómo fueron los primeros papiros, la construcción de templos y de las pirámides, las estatuas de bronce, los jeroglíficos, la conquista de Nubia, la revolución religiosa de Ajenatón, el poder y la belleza de Nefertiti, la vida y la muerte de Tutankamón, la crueldad de Ramsés, la invasión de Alejandro Magno y la relación fatal de Cleopatra con Roma que acabó con la caída de Egipto.

Accesible al lector medio
El libro supone un inmenso estudio que abarca de forma cronológica la historia completa de esta gran cultura de la Antigüedad –algo que nadie había hecho en los últimos 50 años desde que Alan Gardiner publicó «El Egipto de los faraones»– y pretende aprovechar los últimos avances de la arqueología y los estudios realizados por académicos en todo el mundo en estos años para que no sólo sea una obra bien documentada, sino también atractiva y accesible para el lector medio. A pesar de los años, las civilizaciones antiguas, y en especial Egipto, siguen fascinando. Con esta obra, Wilkinson pretende mostrar una realidad mucho más compleja. Pese al poderoso testimonio de los deslumbrantes tesoros de los faraones, de sus espectaculares monumentos, sus magníficas obras de arte y sus logros culturales, el antiguo Egipto tenía un lado oscuro. Los primeros faraones ya supieron comprender el extraordinario poder de la ideología para unir a personas dispares en su lealtad al Estado.
«Los reyes explotaron herramientas de liderazgo que aún hoy siguen vigentes: el boato ceremonial en las apariciones públicas minuciosamente coreografiadas para diferenciar al soberano de la plebe, la pompa y el espectáculo de las grandes ocasiones de Estado, el fervor patriótico…», explica el profesor. Y también sabían de la eficacia de otros medios para mantener el poder y los utilizaban, como la propaganda política, la discriminación racial o la brutal represión de las disidencias. Lejos de sentirse inclinado a ver la cultura faraónica de forma entusiasta o con emocionada reverencia, sus años de estudio le han hecho incomodarse con ese otro aspecto más oscuro y menos deslumbrante. Según sostiene el autor, «nos deleitamos con las victorias militares, pero no reflexionamos sobre la brutalidad de la guerra; admiramos las pirámides, pero no pensamos en el sistema político que las llevó a cabo; nos emocionamos con el herético Ajenatón y sus obras, pero no sabemos cómo se vive bajo un soberano déspota y fanático. No faltan evidencias: desde sacrificios humanos –en la I Dinastía– a revueltas campesinas –bajo los Ptolomeos– y una relación entre el rey y sus súbditos basada en el temor y la coacción y no en el aprecio y la admiración». El poder utilizaba el miedo y la fuerza para salvaguardar a las clases poderosas, y para realizar sus grandes construcciones recurrieron al trabajo forzoso y a la esclavitud en un claro desprecio por la vida humana. Wilkinson sostiene que precisamente estas premisas fueron las que, a la postre y, poco a poco, fueron minando su fortaleza y estabilidad. Destacando estos aspectos menos favorecedores de una civilización tan deslumbrante como la egipcia, el egiptólogo pretende proporcionar un panorama más completo y equilibrado que el que suele encontrarse en los manuales.

Los antiguos egipcios inventaron un concepto de Estado-nación que, 5.000 años después, aún está vigente. Su civilización duró tres milenios. Su longevidad se debe a que consiguieron un patrón arquetípico de Gobierno tan socialmente aceptado que, pese a los altibajos históricos, se prolongó durante cien generaciones.

Concepto de nación
Fueron el primer pueblo en compartir una cultura, una perspectiva y una identidad, dentro de un territorio definido y bajo una autoridad política común: su concepto de nación es el que sigue imperando en el mundo. Si los tres mil años de civilización faraónica contienen todos los elementos de una novela épica –cortes fastuosas, intrigas dinásticas, turbios asesinatos y batallas legendarias; historias individuales de heroísmo y villanía, de triunfo y de tragedia; mujeres poderosas y reyes despóticos–, parece que la realidad histórica es aún más sorprendente e interesante. El antiguo Egipto es sobre todo la historia de cómo se unió un reino dispar y de cómo se defendió de sus enemigos. Wilkinson combina un destacado registro narrativo con su detallado conocimiento de los jeroglíficos y la iconografía del poder para revelar toda la complejidad de este largo periodo y contarnos la historia de una de las civilizaciones más influyentes y duraderas.


Howard Carter, el señor de la momia
El 26 de noviembre de 1922, dos horas antes del ocaso, el egiptólogo inglés Howard Carter (en la imagen, en el momento del hallazgo) penetraba en un corredor tallado en la roca y excavado en el suelo del Valle de los Reyes. Cuatro días después, el anuncio del descubrimiento de la tumba de Tutankamón ocupó los titulares de prensa de todo el mundo. Había realizado el más grande y magnífico descubrimiento sobre la civilización antigua. El acontecimiento generó una oleada de interés mundial por conocer los tesoros y por la historia de los faraones. La egiptología experimentó un avance hasta entonces nunca conocido. La máscara de oro de Tutankamón y los demás tesoros de su tumba despertaron en el niño Toby Wilkinson la pasión de su vida: Egipto.

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