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-La Gran Esfinge de Guiza se hace un “lifting” en Egipto.

14 de Octubre de 2014

Cuerpo de león y testa de faraón, la Gran Esfinge permaneció durante más de cuatro milenios agazapada al pie de la meseta de Guiza.
El guardián de las majestuosas pirámides que se yerguen unos metros más arriba sobrevivió a la erosión del viento, las prácticas de tiro de soldados extranjeros y las hogueras del fanatismo, y desde hace algunas semanas unos andamios metálicos se elevan por su rostro mutilado en busca de cura para pecho y cuello, las partes más dañadas de su esqueleto, destaca El Mundo.

"La zona más débil se concentra alrededor del pecho y el cuello. El objetivo es añadir más mortero en esas áreas y reemplazar algunos bloques de la parte norte de la estatua para proteger la piedra madre”, relata desde la falda del gigante el egiptólogo Mansur Breik, director del Medio Egipto del Ministerio de Antigüedades del país.
Todo en su figura de félido acostado resulta colosal: se alza por encima de los 20 metros; unos 57 metros separan sus garras delanteras de la cola y solo la cabeza mide 5 metros.

Su última restauración tuvo lugar en octubre de 2010, unos meses antes de que la agitación política sacudiera la tierra de los faraones. Desde entonces, la Gran Esfinge -plantada a unos 350 metros al sureste de la Gran Pirámide- había permanecido alejada del quirófano suspirando ante la esmirriada legión de turistas que se aventuró por su árida y agreste geografía.


Cara en buenas condiciones
"La cara se halla en buenas condiciones. Su estructura es sólida y muy estable”, advierte el arqueólogo Mansur Breik.
Admirada ya por los viajeros de la antigüedad fue adorada en tiempos más modernos como encarnación del dios Horemajet (Horus en el horizonte) o Harmaquis, como la conocían los griegos de la época Clásica.

A unos metros de donde el experto salmodia a la talla.


Esculpida durante la cuarta dinastía (2600-2500 a.C.), la esfinge se halla recostada en la cantera usada por los arquitectos del faraón Kefrén -cuyas facciones heredó la estatua tocada por una corona (nemes) y una serpiente (ureus)- para edificar el cercano templo del valle, inconcluso y posiblemente jamás utilizado. Está labrada en un saliente rocoso dejado intencionadamente durante la extracción de la piedra y durante su milenaria existencia ha sufrido incontables remozados y terapias, no todas favorables.

La primera expedición fue auspiciada por el monarca Tutmosis IV (1400-1390 a.C.). Y sufrió modificaciones durante el reinado del ubicuo Ramsés II (1279-1213 a.C.) y la dinastía XXVI (685-525 a.C.) a fin de apuntalar su estructura, y que en la época romana fue apuntalada con roca caliza.

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