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-El redescubrimiento de la tumba del nubio Nisemro.
09 de Octubre de 2014
La única diferencia entre ellos y un rey es que no utilizaban el título de faraón, ¿para qué si se comunicaban directamente con el dios titular de la monarquía? La situación pareció recomponerse a comienzos de la XXII dinastía con Sheshonq I, de origen libio, pero se trató de un mero espejismo, pues el país volvió a quedar dividido políticamente con la XXIII y la XXIV dinastía. Una situación, esta de la inestabilidad política, que se dejaba sentir en tierras nubias, controladas antaño por los soberanos egipcios.
Los muchos siglos de dominio egipcio hicieron que la cultura nubia terminara completamente influida por la faraónica. Tanto, que los monarcas nubios llegaron a considerarse como los verdaderos herederos de la ortodoxia faraónica, en especial al ver el tremendo desbarajuste político existente en el valle del Nilo. Sintieron entonces que su obligación moral era restaurar el orden en la tierra de sus «orígenes» y devolverle la maat (palabra egipcia que significa «equilibrio», «justicia», «orden») a una tierra controlada por el caos. Como la conquista de los kushitas tuvo éxito, sus soberanos se convirtieron en la XXV dinastía egipcia y los funcionarios que nombraron para administrar el país siguieron con la costumbre ancestral de excavarse una tumba en la orilla occidental de Tebas.
Recientemente, un equipo arqueológico español dirigido por el profesor Miguel Ángel Molinero (Universidad de La Laguna) ha encontrado una tumba de este período, «extraviada» con el paso de los decenios. Fue descubierta en 1902 por el químico británico metido a arqueólogo Robert Mond; pero sólo en 1970 volvió a entrar en la tumba alguien con interés científico, Dietheln Eigner
En realidad, digamos que se arrastró por dentro del hipogeo, cuyas estancias estaban llenas de derrubios. En el 2007, la demolición de las casas ilegales que llevaban un siglo ocupando el lugar llenó la zona de escombros, tapando la entrada de la tumba y haciendo que se perdieran las referencias topográficas de la misma (denominada TT 209 por los egiptólogos). Sólo el buen ojo del profesor Molinero a la hora de seleccionar el punto en que comenzar las excavaciones en el 2012 ha permitido recuperar el monumento perdido.
Una interesante peculiaridad de la tumba es el lugar donde se encuentra excavada, un wadi (rambla en árabe) y no la ladera de las colinas circundantes, donde se encuentran todas las demás de la necrópolis. Este detalle puede tener algún significado simbólico o, simplemente, deberse a una mera falta de espacio en la ya entonces atestada necrópolis.
Por otra parte, dado que han podido empezar a excavar su interior, el equipo canario ha descubierto que es bastante más grande de lo que se pensaba hasta ahora. El patio exterior que precede al hipogeo alcanza más de 400 m2 de superficie y en él han aparecido restos de diferentes estructuras aún por identificar. El interior cuenta con más de 125 m2 de superficie interior, dividida en varias cámaras. De hecho, la última campaña terminó justo delante de una puerta, que espera pacientemente a la próxima temporada de excavaciones para ser abierta.
Entre los satisfactorios resultados de las primeras campañas se cuenta el hallazgo del verdadero nombre del dueño de la tumba. Hasta ahora, el difunto enterrado en ella era llamado Seremhatrekhyt, que en realidad no es sino un título administrativo utilizado modernamente como patronímico; sin embargo, al desenterrarse la entrada se ha podido leer en su dintel que se llamaba Nisemro, a quien los textos califican como aquél que «Entra primero» o «Entra de frente». Por si cupieran dudas sobre la cronología del monumento, un relieve del difunto luciendo un tocado típicamente nubio nos especifica sus orígenes y deja claro el período durante el cual se excavó el monumento.
Arqueológicamente, uno de los problemas de la excavación de la tumba es que su interior estaba colmatado hasta una cierta altura. Un proceso que probablemente comenzara en la época romana, cuando diversas riadas entraron en ella arrastrando cascotes y barro. Esto supone un problema de conservación, porque llena de humedad la tumba, que los conservadores del equipo se están apañando para ir disminuyendo sin que el monumento corra el riesgo de resquebrajarse al desecarse de forma brusca.
De todos modos, como no hay mal que por bien no venga, esas lluvias torrenciales y sus derrubios han proporcionado al profesor Molinero y su equipo la posibilidad de comenzar un nuevo campo de investigación, el de las lluvias torrenciales en Egipto. La estratigrafía de las mismas permitirá a los especialistas sonsacar el secreto de estas riadas, manifestación del mal para los egipcios. Algo lógico, si tenemos en cuenta que cada vez que caía una lluvia torrencial se podían encontrar con que sus casas se deshacían como azucarillos en el té. Contar con una estratigrafía que estudiar es algo poco habitual para los arqueólogos en Egipto, donde por lo general todo lo que se encuentran son depósitos de arena en capas indistiguibles. Es un ejemplo más de toda la información que una excavación arqueológica bien realizada, como es el Proyecto Dos Cero Nueve, puede proporcionar.
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