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-Nos sacan mucha ventaja: las sorprendentes costumbres sexuales del Antiguo Egipto
01 de Enero de 2018
Hay un tópico que aceptamos a pies juntillas y según el cual, cada día que pasa, la sociedad es más depravada, ya que la revolución sexual o el porno (o ambas cosas) nos ha llevado a hacer cosas que en otras circunstancias no nos habríamos planteado. No hace falta ni recurrir al Kamasutra para descubrir la falsedad de dicha hipótesis y recordar que la historia de las convenciones sexuales no es lineal, sino más bien cíclica. Eso quiere decir que hace milenios ya se realizaban prácticas que hoy parecerían salidas de un atrevido vídeo gonzo; por ejemplo, en el Antiguo Egipto, cuya larga historia nos ha llegado a cuentagotas.
La última reina de Egipto, Cleopatra, ha sido representada vinculada al sexo. No solo por sus relaciones de igualdad con poderosos iconos como Julio César o Marco Antonio, sino también por atribuírsele el primer vibrador (al parecer, un rollo de papiro con abejas dentro) o sus supuestas habilidades feladoras. No obstante, como recuerda la historiadora Mary Beard, premio Princesa de Asturias, es probable que el carácter manipulador y promiscuo de la última ptolemaica fuese una invención de la propaganda romana, una idea de “Augusto después de la guerra con Marco Antonio para desacreditarlos a ambos”.
Lo que no es un producto de la propaganda es una mitología con muchos más episodios sexuales que otras tradiciones posteriores como la cristiana. El dios Atum, “el que existe por sí mismo”, surge del océano (Nun) creándose a sí mismo, algo que ha sido interpretado como una posible autofelación, algo reforzado por la creencia de que el semen era el agua que recorría los ríos. También Seth y Horus se adelantaron a la sensibilidad LGTBI+: tras una brutal pelea y repetidas humillaciones del segundo al primero, ambos dioses terminarían unificándose e incluso Seth alumbraría un hijo de su pareja. Por lo general, la sociedad aceptaba al activo (supuestamente “masculino”) y repudiaban al pasivo (“femenino”).
Mientras que hoy en día sigue siendo impensable presentar a mandatarios o monarcas haciendo el amor –recordemos la sonada retirada de un número de El Jueves por su portada–, era algo al parecer no tan raro en el Antiguo Egipto. Como explica el experto en arqueología egipcia Ethan Watrall, la imagen de Tutankamón apuntando a su esposa arrodillada con un arco probablemente sea una metáfora de una relación sexual, puesto que “disparar”, en egipcio (y en otros idiomas…) equivale a eyacular. Algo semejante ocurre con el grafiti que supuestamente representa a Hatshepsut y Senenmut en una posición que no deja lugar a la imaginación. Sean ellos no, desde luego se trata de un dibujo pornográfico. Y ni siquiera, el más famoso.
El papiro dos rombos
Si hablamos de sexo en el Antiguo Egipto, es obligado referirse al Papiro Erótico de Turín (1279-1213 a.C.), un rollo de aproximadamente 260 centímetros de largo por 25 de ancho que muestra 12 relaciones sexuales diferentes en otras tantas estampas. Fue encontrado por primera vez en Deir el-Medina (en una de las márgenes del Nilo, muy cerca de Luxor) y dejó horrorizado a Jean-François Champollion, el hombre que descifró la piedra Rosetta, y que dijo que se trataba de “una imagen monstruosa y obscena, que me ha dado una impresión muy extraña acerca de la sabiduría y la compostura egipcia”. Desde luego, tenía mucho más que ver con su compatriota el Marqués de Sade de lo que podía imaginarse.
Hay un poco de cada cosa y para todos los gustos (y paladares): sexo vaginal, anal, masturbación, autofelación y diversas posturas en las que hombres bajitos y gordos con grandes miembros viriles se satisfacen con lo que se ha interpretado que eran prostitutas. Probablemente, el dueño de la obra era aristócrata, por el buen acabado de la misma. “Los altos dignatarios de la corte y los grandes sacerdotes retozan con prostitutas profesionales, exhibiendo sus penes erectos y de tamaño desproporcionado, quizás como una burla a su incontinencia”, escribió sobre él el egiptólogo paraguayo Jorge Roberto Ogdon.
“Cada uno de los personajes ilustrados está acompañado por un breve texto que reproduce el diálogo amoroso”, desarrolla el arqueólogo. “Por ejemplo, una de las prostitutas le dice a su pareja, quien la penetra por detrás mientras ella se apoya sobre sus extremidades: ¡Ven y hazme el amor por detrás!. ¡Una frase que pareciera salida de algún vídeo porno moderno!”. Sin embargo, el egiptólogo francés Pascal Vernus matizaba que, como ocurre a menudo con las obras de contenido sexual de la aristocracia, su objetivo no era excitar sexualmente al espectador sino divertirlo con transgresiones caricaturescas del comportamiento sexual de las élites.
Este papiro no es, ni de lejos, el único vestigio que nos muestra hombres con grandes penes en el Antiguo Egipto. Son relativamente habituales las vasijas y los amuletos fálicos (itífalos), que, como recuerda Ogdon, representan figuras que poseen “un miembro viril de proporciones descomunales, que es sostenido por uno o más personajes subalternos o por su compañera”. Además de las representaciones tradicionales de coito vaginal, anal, oral u onanismo, también figuran contados casos de zoofilia, en los que el animal ocupa siempre el rol masculino y la mujer, el humano. Curiosamente, hay quien mantiene que era una forma de esquivar la censura por presentar a dos humanos haciendo el amor. Es el caso, por ejemplo, de la Tumba de los Toros de Tarquinia (Italia).
¿Y esto qué significa?
El egiptólogo Watrall recuerda que “las normas respecto al comportamiento sexual no pueden mirarse desde nuestra perspectiva occidental ya que muchas culturas, tanto pasadas como presentes, no utlizan las mismas categorías que nosotros”. En otras palabras, no debemos dar por hecho que los egipcios se considerasen heterosexuales, ni que, por lo tanto, Seth y Horus fuesen homosexuales. Por ejemplo, como recordaba R.B. Parkinson en The Journal of Egyptian Archaeology, el matrimonio era simplemente un actitud social común, pero que no impedía que se produjesen relaciones homosexuales. Eso sí, el adulterio era perseguido y castigado con dureza.
Como añade Charlotte Booth, autora de Las voces perdidas del Nilo, un retrato de la vida cotidiana del Antiguo Egipto, es muy probable que en la mayor parte de familias el sexo no tuviese un carácter íntimo; no, al menos, tal y como lo entendemos ahora. “Las imágenes artísticas que apuntan al coito pero que no lo muestran explícitamente dan la impresión de que el sexo no fuese siempre una cuestión privada, ya que siempre había sirvientes o niños en los alrededores, incluso en la cama”, recuerda la escritora. Las casas de pueblos como Amarna o El Lahun eran tan pequeñas que era difícil pensar que se pudiese disfrutar de ninguna clase de privacidad.
Entre las curiosidades de la vida amatoria de los egipcios que nos pueden chocar desde nuestra perspectiva moderna (y occidental) se encuentra, por ejemplo, la poca importancia que daban a la virginidad, tremendamente ligada al honor en nuestra sociedad. También, la peculiar manera en la que evitaban los embarazos en una especie de anticonceptivos vintage: los egipcios emplearon desde el siglo XVI a.C. la resina de la acacia por sus cualidades espermicidas, pero también utilizaban la fruta del árbol junto a miel y dátiles. Desde luego, nunca la anticoncepción fue más sabrosa.
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