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-Berlín homenajea a su reina egipcia

05 de Diciembre de 2012

Hace cien años que la oscura esposa del faraón Ajenatón (1353-1336 a. C) se convirtió en una celebridad en Alemania. El descubrimiento del busto de la reina Nefertiti por parte del egiptólogo Ludwig Borchardt el 6 de diciembre de 1912 fue la gran sensación de las excavaciones alemanas en Ajetatón, que fue la capital egipcia durante 12 años del reinado de Ajenatón. Llegado el busto a Berlín en 1913, uno de los primeros en verlo fue el káiser Guillermo II. El emperador alemán quedó vivamente impresionado y comparaba la pieza con las grandes esculturas renacentistas. Obtuvo una réplica exacta que se llevaría consigo al exilio en 1918. El gran público no la pudo admirar hasta 1924, pero el Neues Museum organizó ya en 1913 una notoria exposición con otros hallazgos de Borchardt en sus excavaciones del valle egipcio de Amarna. La muestra desató en Berlín una egiptomanía que el entusiasmado Borchardt describió a su esposa como “un ajetreo de locos”. Y eso, celebraba, “incluso sin la reina de colores”.

Reabierto al público en 2009 tras décadas de ruina, el mismo Neues Museum ha montado 99 años después una nueva exposición en la que Nefertiti no es la gran ausente, sino el gancho para volver a enseñar los artefactos religiosos, las piezas decorativas o los objetos de uso diario descubiertos por los arqueólogos de Borchardt. La muestra coincide con el descubrimiento de una inscripción que nombra a la pareja real en el año decimosexto del reinado de Ajenatón. El egiptólogo de Lovaina Harco Willems explicó el miércoles que “ahora se pueden descartar las hipótesis de su asesinato o su destierro”. Ajenatón, maldito como faraón hereje por las generaciones posteriores, reformó la religión de Estado en Egipto: repudió al nutrido panteón que presidía el dios Amón para designar a Atón, dios de la luz representado por un disco solar, única deidad digna de culto. Y a sí mismo como su único interlocutor. Su reinado duró 17 años. Un par generaciones más tarde, sus sucesores trataron de borrar su memoria destruyendo sus templos y eliminando de las listas dinásticas su nombre y el de otros reyes asociados al período de Amarna.

El visitante del Neues Museum se dirá que son cosas de sátrapas religiosos de hace 3.300 años, hasta que se entere de que Borchardt y el fundador de la Sociedad Oriental Alemana (DOG), James Simon, sufrieron un trato parecido en los años treinta. La Alemania nazi no quería héroes ni mecenas judíos, así que se intentó ocultar las contribuciones del arqueólogo Borchardt y el millonario Simon al descubrimiento del busto de Nefertiti y del resto de los hallazgos en Amarna. Durante la dictadura se retiró la placa que recordaba el patronazgo de Simon en las investigaciones. Ahora, el Neues Museum quiere honrar su memoria dando su nombre a una de sus galerías.

Los arquitectos Tom Duncan y Noel McCauley aclaraban en el museo cómo plantearon la exposición que abrirá el viernes: en bajo se recrea la historia del descubrimiento y la de su recepción durante estos 100 años. En el segundo piso, residencia fija del busto real de Nefertiti, una gran sala presenta a la entrada los tiempos previos a la revolución de Ajenatón. El umbral del cambio religioso es un gran triángulo de luz rojiza que da paso hacia la exposición de Amarna. A través de más de mil objetos ofrece una idea plástica de las viviendas, la religión y la industria de Ajetatón. En la sala contigua se muestra el taller de Tutmosis, entre cuyas ruinas se encontró el busto de Nefertiti. También contiene un busto de su esposo en mucho pero estado. Dos puertas dan acceso a la estrella de la muestra, que preside ella sola la misma sala que ocupa desde su llegada al Neues Museum en 2009. Y de donde, según dijo el miércoles el jefe de los museos berlineses Michael Eissenhauer, “no se va a mover más”.

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